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Palacio San José
El martes llovió toda la madrugada. El clima no estaba para playa, por lo que decidimos ir al Palacio San José, lugar que sirvió de morada a Justo José de Urquiza a mediados del siglo XIX. El lugar rivalizó en su época con las mansiones porteñas más lujosas y adelantadas tecnológicamente. De hecho, fue la primera vivienda del país en tener agua corriente (la sacaban de un pozo y la distribuían a través de cañerías, todo un lujo), sin mencionar que poseía un lago artificial con un barco de vapor y todo.
El palacio (ubicado a 60 km de Colón) tiene una capilla privada en los márgenes del predio, un jardín francés y un "parque exótico" (que en su época tenía aves de regiones diversas). El lugar está dividido en dos: un patio con un viñedo para la gente que trabajaba allí y un "patio de honor" donde vivían Urquiza y su familia. Ambos lugares son bastante impresionante en su arquitectura y mobiliario (casi todas las cosas del lugar habían sido traídas de Europa). ¡Hasta tenían cómodas que en los cajones tenían bidet e inodoro! Un paseo lindo para sacar fotos un día de lluvia. Lástima la distancia (¡60 km!).

Colonia Hugues
De vivos nomás que somos, quisimos aprovechar el viaje al Palacio San José para visitar Colonia Hugues, uno de los tantos pueblitos rurales aledaños a Colón. Pero en lugar de una colonia europea nos encontramos con un pueblo... ¡Donde no había nada turístico! No sé cuánto le garparon los dueños de la casa de antigüedades (que estaba cerrada) para que los pusieran en el circuito que te recomiendan en la oficina de turismo de Colón.

Villa Elisa

El miércoles amaneció fresco. Por lo que decidimos aventurarnos a la zona de Villa Elisa para conocer su complejo termal. Villa Elisa parece ser mucho más nuevo que Colón. De hecho es muy lindo. Y tiene algunas casas "a todo culo" tipo Miami (de hecho estamos seguros que una que está en las afueras es de algún narco colombiano). Ah, la ciudad tiene una estatua enorme, el "monumento al sembrador", y una capilla resplandeciente que parece todo menos católica.

Termas de Villa Elisa

Para mí, las termas de Villa Elisa son mucho más grandes que las de Colón. Patricio opina que no hay tanta diferencia (es cierto, los chorros de agua que te caen en las de Colón no tienen precio). El complejo de Villa Elisa es mucho más grande (41 ha), en el medio del campo, con alojamiento, camping, bungalows y tres barcitos para comer. Hay tres piletas para adultos (una semicubierta), una para niños (dividida en tres) y una mixta de agua más fría, muy lindas todas. Ah, son de agua salada, lo cual me da mucha cosita, pero se banca ;-)
(Patricio inisiste en que aclare que me bañé con agua corriente tres o cuatro veces en el día para sacarme la sal). En fin, sentarme en los "hidrojets"tipo jacuzzi fue un placer... el agua caliente estaba bárbara y la pileta "recreativa" más fría también. Estuvimos todo el día y quedamos muertos.

El ataque del tero
Al mediodía de nuestra jornada termal fuimos a comer a uno de los barcitos. Obvio que pedí una hamburguesa (estoy más "super size me" que nunca). Y cuando terminamos nos quedamos hablando de bueyes perdidos hasta que me percaté de la presencia de teros en las inmediaciones. Cámara en mano me fui acercando a estos preciosas aves, motivo por el cual comenzaron a chillar como Luciana Salazar con micrófono en programa de chimentos. Yo seguí adelante sin darme cuenta de que los pájaros demoníacos estaban cuidando su nido. Resultado: uno de los teros emprendió el vuelo y me empezó a perseguir y a volar en círculos alrededor mío, mientras yo corría con mi bata de baño al aire, cual Neo litoraleño en sunga. Al mismo tiempo, una improvisada platea festejaba mi ocurrencia desde las mesas del ristorantino. Voy a iniciar acciones legales contra el tero.

Los gansos
No contento con mi encuentro con los teros, al atardecer divisé un grupo de gansos que recorrían alegremente el predio. Así que me acerqué a darles de comer. Fue divertido, los bichos gritaban como locos y se picoteaban entre ellos para ver quien comía más pedazos de galletitas. Por suerte no me atacaron.

Liebig's Blues
Esta mañana decidimos ir al Parque Nacional El Palmar. Pero, como quedaba de camino, pasamos por el Pueblo Liebig, un asentamiento de fines del Siglo XIX. Según nos enteramos más tarde, el lugar tiene una nutrida historia: primero albergó a un saladero, luego la fábrica de carne fue comprada por capitales ingleses, que fundaron la central argentina de la Liebig's Extract of Meat and Company, así bautizada en honor al químico alemán que inventó el extracto de carne. Así, la fábrica comenzó su expansión y exportación de extracto de carne y carne en lata ("corned beef"o "viandada"). Según la referencia histórica, durante la Segunda Guerra, el "corned beef"se exportaba directamente a Inglaterra, y salía desde un puerto diminuto (hoy en ruinas) ubicado en la costa del Río Uruguay. Pero después de la Segunda Guerra Liebig comienza su lenta decadencia. Hoy, Liebig es un triste vestigio de un pasado de grandeza que, lamentablemente, nunca volverá. Sólo quedan algunas casas muy antiguas y un monumento al "corned beef" importado por Europa desde Argentina y una referencia histórica que dice que el príncipe Eduardo VIII se alojó en dicho lugar en una mansión reservada a altos directivos de la empresa de carne que no tenía nada que envidiarle al lujo de Inglaterra. Y la verdad es que , a pesar de ser un lindo paseo, sentí mucha tristeza en ese lugar.

Parque Nacional El Palmar
La verdad que no sé bien qué esperaba encontrar en el famoso "palmar". Seguro algunas palmeras. Pero el lugar me sorprendió. Primero: la cantidad de palmeras es impresionante. Segundo: hay toda una reserva natural con especies locales de pájaros, mamíferos y reptiles, además de abundante vegetación. Cuando llegamos al centro de información (cerca del río), comimos y decidimos hacer uno de los senderos peatonales, el que lleva a las ruinas de la Calera de Barquín, un lugar fundado entre 1650 y 1700 (probablemente uno de los primeros asentamientos de la provincia de Entre Ríos). La caminata fue linda pero... mucha subida, mucha bajada... mucho agite. Tomamos el sendero "por cañoneras" que nos permitió apreciar una vista panorámica de unos acantilados espectaculares sobre el Río Uruguay. Y vimos las ruinas que son bastante... "ruinosas" pero muy interesantes, incluídos los restos de uno de los hornos donde cocinaban la cal viva y de una capilla. A la vuelta nos agitamos bastante y avistamos mariposas gigantes color blanco (parecían gaviotas jaja) y maripositas negras con rayas amarillo fluo y otras con círculos naranjas (el sendero está en medio de una arboleda que se denomina "selva en galería", lo que protegió nuestro delicado cutis del sol).
Después de eso, ya no quisimos caminar más. Averiguamos pero sillas de ruedas no alquilaban. Así que fuimos con el auto hasta el mirador del Arroyo El Palmar, bajamos hasta el bendito arroyo (había huellas de carpinchos y lobitos de río, y peces gordos que saltaban en la superficie). Y después fuimos al camino de "La Glorieta"... en donde una vez más caímos en la trampa de uno de los malditos senderos "para conocer el ecosistema". Caminamos por la selva en galería ("una glorieta natural", según el cursi cartel indicativo para niños de primaria) y después por el "palmar con pastizal", donde nos achicharramos por el sol y nos resbalamos con los frutos maduros de las palmeras "yatay". Ahí sí, mientras tomábamos Mocoretá de manzana que habíamos traido en la heladerita, nos dispusimos a abandonar el lugar, por las dudas de encontrar otro sendero tentador que nos condujera directo al Infierno.

Ñoquis al Ratatouille
Un verdadero hallazgo resulto el "restorán" (así estaba escrito) del Parque Nacional. Muy lindo estéticamente (patio de baldosones blancos y negros "alla Tim Burton") y con una carta para exigentes. Pedimos dos entradas "comunes" (empanadas y tortilla de papas) y compartimos un plato principal: ñoquis a la ratatouille. ¡Exquisito! Volvería sólo para comer eso de vuelta. El sabor de las verduras crocantes cocinadas en su jugo y mezcladas con crema... ¡¡¡Hmmmm!!! Un orgasmo. ¡Y barato! Menos de 15 pesos por persona (incluyendo dos cervezas grandes y una gaseosa). Recomendadísimo

El Lagarto Vero
Cuando me dijeron lagarto overo pensé que era una especie transexual de lagarto que se hacía llamar "La Vero". Por suerte pude ver con mis propios ojos a uno de estos regordetes especímenes, más parecidos a una iguana que a un lagarto, mientras caminaba raudamente hacia su cuevita. Como el lagarto era muy divo se dejó fotografiar como dios lo trajo al mundo.

San José
A la vuelta tuve la brillante idea de pasar por San José. Y, hay que decirlo, fue casi tan interesante y divertido como visitar Haedo.

The Nicole Neumann Complex
No sé qué mierda me pasa. Desde que llegamos, perro que veo, perro que quiero tocar y mimar. Y los perros abandonados que mendigan un poco de afecto me parten el corazón. Patricio me dice que me parezco a Nicole Neumann. ¿Hay algún antidepresivo que cure eso?

Más Travel Essentials
Doy gracias a quien inventó el Cool Aloe ICE de Hawaiian Tropic, me salvó de más de una noche de calor por las quemaduras de sol. Ah, mi otro travel essential: la tobillera de caracoles de Punta del Diablo: para quedar "cool" en cualquier ocasión.

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