Pozo Verde
Creo que fue la mayor decepción turística de mi vida. Se suponía que era una olla natural en la que, creíamos, íbamos a poder refrescarnos. Craso error. El Pozo Verde es en realidad un piletón natural de inmunda agua estancada. ¡Un asco! Aunque lo del pozo me hizo acordar a Ranma 1/2, no fue suficiente. Cerca del pozo hay un sendero que recorre la Quebrada de la Zarzamora. Ideal para recorrer con calzado cómodo, no con havaianas como fui yo. Fuimos bordeando un arroyito hasta subir a un mirador (nada del otro mundo). Y nos topamos con muchas zarzamoras silvestres, que parece que en la zona son muy abundantes (aviva giles: zarzamoras es lo mismo que moras, lo verificamos). Encima el calor chicos, creí que me moría.
Para resarcirnos partimos hacia los reartes con una botella de coca light y un paquete de maníes saborizados. El río estaba increíble, el agua super tibia. Y vimos un benteveo pescando y una especie de pato comiendo bichitos (según Papá Oso tenía el pico ganchudo, pero para mí nadava como pato... era muy lindo el bichito).
Visita frustrada a La Cumbrecita
Aprovechando que había refrescado (y aún con pronóstico de lluvias) decidimos aventurarnos hacia La Cumbrecita (a.k.a. "The Little Top"). El camino tiene partes que están bien y otras que están para el orto. Y tramos en construcción. Fueron 40 KM para llegar hasta cerca del pueblo y que nos parara la policía y el ente de turismo. Resulta que como La Cumbrecita es un pueblo peatonal, tenés que dejar el auto en un estacionamiento en la ruta, a 800 metros del lugar. Y, supuestamente, te llevan hasta el centro en minibus. Pero el minibus estaba roto, así que la señorita nos invitó a decidir si queríamos pagar los 15 pesos de estacionamiento y caminar cuesta abajo bajo la lluvia o emprender el regreso. La elección era clarísima. Nos fuimos a la mierda y que los descendientes de alemanes se metan su aldea perfecta y peatonal donde no les de el sol. (Aclaro, volveremos con mejor clima y esperando que el minibus funque).
Villa Berna
Como se nos frustró la visita a The Little Top, decidimos pasar por Villa Berna. Sonaba prometedor. O no sé, será que el nombre Berna nos recordaba a un amigo cercano y queríamos ver qué ondina. Después descubrimos, en Internet, que el lugar tiene apenas 37 habitantes permanentes. El lugar es una aldea fundada por inmigrantes alemanes y suizos que, como en otros parajes de la zona, forestaron los terrenos con especies de árboles típicas de los alpes. Realmente me impactó el lugar por su inusual belleza. Muchos árboles altos, casas de madera y piedra muy bonitas y la sensación de estar en medio de un bosque de cuento (o al menos de un videogame de género RPG de Arcade o SNES, jeje). Y todo enmarcado en la montaña (leí por ahí que como está a unos 1300 metros sobre el nivel del mar, tiene un microclima particular y en invierno nieva). Además el símbolo de la aldea es un osito :)
Villa Alpina
Cumplida la visita a Villa Berna decidimos ir a Villa Alpina, a 14 kilómetros adentro. ¡Qué locura! Fuimos por un camino bastante hecho mierda, lleno de subidas y bajadas. Y ni rastros de civilización. Apenas un par de fincas dedicadas a plantar árboles. Pero eso sí, un paisaje increíble. Tardamos casi una hora (o al menos eso me pareció) en llegar. Y ahí estaba Villa Alpina, con sus 1400 metros sobre el nivel del mar. Todo muy muy Heidi. De echo saqué unas fotos en una quebrada que se ve una casita rodeada de coníferas en lo alto de la montaña que era re del abuelito (BTW: el abuelito de Heidi es un Daddy Bear?). Ah, y había ovejas, vacas y caballos pastando (en el camino también había cabras pero evité salir del auto al grito de "¡Copo de nieve, copo de nieve!"). Sacamos algunas fotos porque en el pueblo no hay nada. Creo que tienen una población de 40 personas y apenas un par de cabañas para aficionados al montañismo (¡y no hay energía eléctrica ni señal de celulares y sólo un teléfono público!). También hay un sendero para subir al Champaquí, pero hay que hacer una excursión de tres días y no daba. También vivimos el terror cuando el auto se nos quedó atascado intentando dar la vuelta para regresar cuando el camino se puso muy choto. Pero por suerte nos asistieron unos turistas muy amables y la cosa no pasó a mayores.
Nos desquitamos volviendo raudamente a Villa General Belgrano para comer algo (¡a las 4 de la tarde!). Me mandé un sandwich de leberwurst y pepino con medio litro de Warsteiner en el pintoresco El Ciervo Rojo. VGB me está volviendo un gordito cervecero y borrachín. Y coronamos la aventura con chocolates y un coquito de la repostería Süss.
Les debo las fotos. See you later!
4 comentarios:
mooy bueno el diario de viaje.
Gracias Protervus!
Viste Pozo Verde? Qué porquería, me pasó lo mismo! No me lo promocionó nadie, pero flasheé con el nombre y me ensarté sola (cómo vas a ir en Havaianas??? jajajaj!).
Y lo que contaste de Villa Berna, qué bárbaros, forestar para no extrañar tanto... Tal vez tenga un impacto mucho menor que otras decisiones, pero aún con resultados bellos, no es un poco soberbio?
Qué lindas vacaciones las tuyas.
Y bueno, por ahí ahora forestar con plantas foráneas no es políticamente correcto desde el punto de vista ecológico. Pero en esa época se ve que no...
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