Y siga el jazz

Me sorprendió muchísimo la nueva puesta de "Chicago" que reestrenó hace poquito en el Lola Membrives. Sobre todo porque la versión que vi hace diez años con Alejandra Radano y Sandra Guida era soberbia. Pero esta me pareció muy buena. Hasta en algunas cosas mejor.
El elenco es más joven y eso como que le da una cosa de mayor energía (sin desmerecer a los actores de la anterior versión local) y Melania Lenoir (que hace de Velma Kelley) es increíble.
De todos modos, es una obra de Broadway y tiene gente que viene especialmente para que salga perfecta y siempre respetando hasta el más mínimo detalle. Pero me atrevería a decir que me gustó más que la primera versión.
Y la histora es magnífica. Me mata cómo se mantiene en el tiempo y va tomando nuevos significados. Porque cuando la pusieron en 2001 la historia de Velma y Roxy, dos minitas que van presas por matar a sus respectivos amantes y se convierten en estrellas mediáticas de la Chicago de los 20 manipulando a la prensa, esa trama remitía a nuestras antológicas Samanta Farjat y Natalia De Negri. Pero ahora, cuando todos es show y la guerra de vedettes parece ser la filosofía que domina los medios (si no pregúntenle a Caamaño y Kunkel), es como si "Chicago" nos estuviera hablando de esos personajes de buscan trascender con la nada, inventando escándalos, mostrando congojas e historias de vida que no existen y tratando inescrupulosamente de alcanzar la fama y retenerla a como dé lugar, sin saber que están condenadas a vivir apenas 15 minutos de fama, como había dicho Warhol. Así que si pueden y les gusta, vayan a verla porque vale la pena.



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