Este fue el último paseo que hicimos en nuestras mini vacaciones esteñas. Partimos hacia el norte para pasar por La Barra, una localidad muy ABC1 que, creo, quiere ser como la Malibú de Sudamérica. Muchas casas con bajada a la playa y una avenida principal con negocios de una o dos plantas en tonos pastel. Como no estábamos en temporada, muchas cosas ya estaban cerradas. Aunque se nota que en el verano se debe llenar de autos importados, camionetas 4x4, gente de alto poder adquisitivo y muchas modelos (en ese lugar Dotto, Piñeyro y Multitalent llevan a pasar la temporada a las chicas de sus staffs). También pasamos por la puerta del exclusivo Mantra Hotel, aunque me pareció un mall yanqui hecho hotel. ¡Un asco! En fin...
Después seguimos camino hacia José Ignacio, un ex pueblito de pescadores convertido en refugio de millonarios y famosos, en donde tienen casa Marcelo Tinelli, Mirtha Legrand, Natalia Oreiro, Shakira, Gustavo Cerati. El lugar es increíble, con un antiguo faro que le da a la costa una imagen digna de una postal. Y ni hablar del color del agua, nunca vi algo así, es una mezcla de azul, verde y, donde rompen las olas, celeste. Paseamos un poco por el pueblito (menos urbanizado que La Barra) y emprendimos la vuelta, ya que las madres querían ir a la playa y no seguir paseando. Paramos en la laguna José Ignacio, un lugar agreste muy bonito, en donde disfrutamos del mar y del sol. Después regresamos para ver un par de cosas que nos habían quedado colgadas de La Barra.
El regreso, Montevideo y Colonia
El último día tomamos un abundante desayuno en el Hotel y partimos hacia Montevideo, en donde teníamos planeado pasar un rato a conocer la ciudad. El viaje (unos 100 KM) fue divertido porque pasamos por las entradas de un montón de balnearios uruguayos en donde vacacionan los locales y que tienen nombres geniales: Solymar, Lagomar, Shangrilá... y por supuesto las famosas Piriápolis y Atlántida.
Llegamos a Montevideo por una zona que debe ser la San Isidro de la capital uruguaya y luego entramos a la urbe por una zona muy Villa Urquiza. Después tomamos la avenida principal y no pude evitar maravillarme una vez más con la arquitectura montevideana. Montevideo tiene un poco de Buenos Aires y un poco de La Plata. Es increíble cómo valoran y respetan el patrimonio edilicio. El centro de la ciudad es como una versión de Buenos Aires pero con una mezcla de art noveau, art decó y arquitectura colonial. Obvio, no faltan las cosas modernas. Pero lo más moderno son los 50 y los 60, como si un hechizo hubiera detenido el tiempo (como en las historietas de "The Power of Shazam" en la que la ciudad del Capitán Marvel existe en una realidad donde parece que los 50 nunca se fueron).
Pero después de parar a sacar algunas fotos vino lo mejor: la rambla. Es que aunque había pasado por Montevideo hace muchos años, no había conocido la costa. Y la verdad, es un lugar increíble. Si bien no parece tener playas demasiado lindas (o al menos no tan lindas como otras ciudades uruguayas), el paisaje es increíble. Además la costa tiene muchas sinuosidades y puntas y cada 10 o 15 cuadras surgen nuevos puntos panorámicos de gran belleza. Terminamos comiendo en Rincón Costero, un precario emprendimiento gastronómico sobre la costa que ofrecía frituras y empanadas de pescado. ¡Y hasta tenían un DJ que ponía música en vivo! Las rabas y las miniaturas de pescado estaban buenísimas, igual que las empanadas de mejillón y de pescado. Y era increíblemente barato, gastamos menos de 20 pesos argentinos por cabeza. Así que nos fuimos, pero prometimos regresar a vivir la magia de la capital uruguaya.
Seguimos viaje hacia Colonia, todo muy tranquilo. Llegamos al atardecer y no pudimos ver mucho. Pero nos dimos una vuelta por el centro histórico. Es como un parque temático de la época de la colonia. Y por suerte, como los uruguayos preserban muy bien su historia, es una buena forma de chusmear cómo debe haber sido Buenos Aires hace 200 años. Callecitas antiguas, casas con más de 200 años de historia y el omnipresente río de la plata conforman un idílico paisaje digno de ser admirado. Así que ya nos queda un segundo destino uruguayo para regresar en breve. Ah, el único conflicto que tuvimos fue en la terminal de ferrys, que está siendo reconstruida completamente y, por eso, tiene muchas partes que no están funcionando. Encima, te hacen bajar del taxi en la puerta y caminar con las valijas unos 100 metros hasta donde hacés el embarque. Y en migraciones, hay poca gente trabajando (al menos en el último turno del finde largo). Lo cuál es un bajón porque hay que hacer una megacola en un lugar no demasiado grande y es un embolazo. Chicos de Colonia, pónganse las pilas porque así no va. Por suerte, en el Free Shop del barco conseguimos vodka Absolut a 17 dólares la botella. ¡Nos esperan unas lindas empedadas con bebida de la buena!
3 comentarios:
Es un bajón ver las fotos después y darte cuenta que el color del mar no se ve como es realmente... Vos le contás a tus amigos "el mar era verde con turquesa y azul y bla bla" y después ven la foto y... te dicen "blah".
Me pasó con el glaciar, que es espetacular!
que bueno ese torreon de animal print! :P
(decore mi blog con el loguito de "la pasiva")
le beso!
Uy y te falto lo mejor de La Barra, EL PUENTEEE!!! jaja, porque fuera de joda, es muy divertido pasarlo muuchas veces bien rapido. Muy buena la cronica, mas lindas aun las fotos
Saludos
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