Me cago en Kazuo Ishiguro!
Cuando leí de qué iba "La canción más triste del mundo" ("The Saddest Music in the World") me pareció que podía llegar a estar buena: una película sobre una baronesa que organiza un concurso para encontrar la música más deprimente para que la gente consuma más cerveza, filmada al estilo de los filmes mudos. Lo único que me asustó un poco: estaba basada en un guión original del temible escritor japonés Kazuo Ishiguro, a quien había padecido en la adaptación de "La Condesa Rusa" que hizo James Ivory.
La peli arranca bien: está filmada como esas películas blanco y negro de los 20, llena de planos raros y recursos "oníricos". Y empieza muy bien, como una suerte de David Lynch meets Woodie Allen. Pero la alegría duró poco. La peli básicamente gira en torno a la relación de la Baronesa (Isabella Rosellini) con Chester Kent (el ex The Kids in the Hall Mark McKinley), un compositor típicamente estadounidense -ambicioso, grandilocuente y muy boludo- con el que tiene una historia del pasado que no está cerrada. Sucede que Chester y Lady Helen tuvieron un affaire prohibido; porque ella era la novia del padre del joven, Fyodor; y todo terminó en tragedia. Al concurso no sólo llega Chester, sino que también aparece Fyodor, Roderick (hermano de Chester), y Narcissa, ex de Roderick que, luego de perder la memoria tras la muerte de su hijo, está saliendo con Chester. ¿Complicado? Si, y tedioso también. Así que la mayor parte del filme transcurre entre los encuentros y desencuentros de estos personajes y una competencia musical para encontrar la canción más triste. No está de más decir que a los 40 minutos ya estaba mirando el reloj para ver cuándo terminaba. Y no terminaba más. Y no pasaba nada. Era peor que "El tiempo no para". En fin, cuando se estrene en cine, déjenla pasar, aunque esté filmada como los dioses.
Cuando leí de qué iba "La canción más triste del mundo" ("The Saddest Music in the World") me pareció que podía llegar a estar buena: una película sobre una baronesa que organiza un concurso para encontrar la música más deprimente para que la gente consuma más cerveza, filmada al estilo de los filmes mudos. Lo único que me asustó un poco: estaba basada en un guión original del temible escritor japonés Kazuo Ishiguro, a quien había padecido en la adaptación de "La Condesa Rusa" que hizo James Ivory.
La peli arranca bien: está filmada como esas películas blanco y negro de los 20, llena de planos raros y recursos "oníricos". Y empieza muy bien, como una suerte de David Lynch meets Woodie Allen. Pero la alegría duró poco. La peli básicamente gira en torno a la relación de la Baronesa (Isabella Rosellini) con Chester Kent (el ex The Kids in the Hall Mark McKinley), un compositor típicamente estadounidense -ambicioso, grandilocuente y muy boludo- con el que tiene una historia del pasado que no está cerrada. Sucede que Chester y Lady Helen tuvieron un affaire prohibido; porque ella era la novia del padre del joven, Fyodor; y todo terminó en tragedia. Al concurso no sólo llega Chester, sino que también aparece Fyodor, Roderick (hermano de Chester), y Narcissa, ex de Roderick que, luego de perder la memoria tras la muerte de su hijo, está saliendo con Chester. ¿Complicado? Si, y tedioso también. Así que la mayor parte del filme transcurre entre los encuentros y desencuentros de estos personajes y una competencia musical para encontrar la canción más triste. No está de más decir que a los 40 minutos ya estaba mirando el reloj para ver cuándo terminaba. Y no terminaba más. Y no pasaba nada. Era peor que "El tiempo no para". En fin, cuando se estrene en cine, déjenla pasar, aunque esté filmada como los dioses.
En qué pensabas cuando aceptaste hacer ESO Isabella!!!
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