Dios mío, ¡qué semana! Esto me pasa por no tomarme media horita el domingo para postear tranquilo. Me quedé con una ojita llena de anotaciones para postear y no pude subir nada, salvo "Mamma Mía!".
Así que empiezo a sacarme "deudas" de encima contando cómo nos fue en el desfile “100 años Okinawa – Japón”. La verdad, no me esperaba tanto despliegue. Desfilaron, según los organizadores, unas mil personas, entre “nikkeis” (descendientes de japoneses nacidos en Argentina) y visitantes extranjeros de comunidades okinawenses de Hawaii, Perú, Brasil y otras latitudes exóticas. Aunque parecía más. Y había muchísimo público (se ve que los Japan Freaks se multiplican).
Así que allí fuimos con Papá Oso a sacar fotos. El desfile venía presidido por tipos con unas banderas enormes, vestidos onda “Sub Zero” de Mortal Combat pero a cara descubierta y en color amarillo. Más atrás venía un camioncito que le ponía música a los chicos que tocaban tambores (había de todas las edades). Para los que nunca los vieron, los que tocan tambores japoneses tienen un atuendo especial y hacen percusión mientras interpretan distintas coreografías grupales. Es muy lindo de ver y muy colorido. También gritan todo el tiempo "ia sasa", que no tengo idea qué quiere decir
(si alguien sabe que avise).
El contingente de tamborileros era muy extenso, con chicos de entre 6 y 20 años. Más atrás venía otro camioncito con música más suave. Era el que precedía a las bailarinas okinawenses, quienes, vestidas de flores (algunas con sombreros representando flores de Loto) hacían ondulantes y relajados movimientos. Atrás de ellas venían un grupo de ancianos vestidos con ropa tradicional, unas pseudo geishas y hasta una especie de "drag king" con barba y peluca rubia que era un fuego. Y después quedaban los de las delegaciones.
Pensé que me iba a encontrar con mucha gente pero no. Apenas si lo vi a mi colega livriano Julián con la novia. Y me encontré con Ignacio, un ex compañero de secundaria al que no veía hace por lo menos 10 años. Igual, en el tumulto, era difícil toparse con alguien.
Me faltaron puestos de comida en las esquinas. Porque fuimos sin comer y se nos hizo difícil conseguir panchos en Avenida de Mayo. Al final terminamos en Baraka, pero esa es otra historia.
Ah, a la nochecita tuvimos una experiencia sobrenatural, cuando un espíritu intentó cagarnos un momento romántico subiendo el volumen del equipo de audio hasta el tope. Sí, así como escuchan, se subió solo y a todo volumen (y no porque nos hayamos sentado en el control remoto). Pero ignoramos al espectro y se fue. Bah, no voy a dejar que un estúpido fantasmita me arruine el momento de disfrutar con mi marido.
Y a la noche fuimos a ver "Mayoría", de Maruja Bustamante. Pero eso queda para otro post.